Juan Soriano

Juan Soriano nació en Guadalajara en el seno de una familia de clase media. Su padre, Rafael Rodríguez Soriano, luchó en la Revolución Mexicana, convirtiéndose más tarde en un político menor y, finalmente, en un espiritista. Su madre, Ama- lia Montoya, que había seguido a su marido a la batalla como una “soldadera”, o una soldado, mantuvo la casa que incluía a las trece tías y cuatro hermanas de Juan. Sus talentos precoces lo llevaron a ingresar al círculo del reconocido artista Jesús Reyes Ferreira, conocido como “Chucho” Reyes, quien introdujo a Soriano en el arte mexicano precolombino y colonial, así como en el arte de fuera de su país. Soriano comenzó a exhibir en Guadalajara a los 14 años. Su primer es- pectáculo en el museo regional atrajo la atención de pintores mexicanos influyentes como María Izquierdo y José Chávez Morado, así como la fotógrafa Lola Álvarez Bravo, todos ellos amigos íntimos de Soriano e incitaron al joven para viajar a la Ciudad de México. El año siguiente (1935), Soriano se mudó a la capital mexicana y pronto entabló un animado diálogo visual y personal con Rivera, Frida Kahlo, Orozco, Siqueiros, así como con los artistas y escritores más vanguardistas que compusieron al famoso grupo Contemporáneos.Soriano consideró la obra de todos estos artistas diversos con cuida-

do, basándose en un profundo interés en las artes populares e indígenas, así como los modos expresivos derivados del cubismo, el expresionismo alemán y el fauvismo, así como los artistas de la Escuela de París del período de entreguerras. Además, se familiarizó con las formas imaginativas de la pintura que estaban detrás de las creaciones de los surrealistas europeos que habían venido como refugiados de guerra a México a fines de la década de 1930 y 1940.

Si bien todos estos elementos están en juego en los trabajos únicos de Soriano realizados durante estas dos décadas, no puede estar directamente conectado con ninguna tendencia, creando una marca personal de realismo romántico. Soriano también estuvo en contacto con el marchante de arte más distinguido de la época, Inés Amor (de la prestigiosa Galería de Arte Mexicano), quien contribuyó a colocar las obras de Soriano en importantes colecciones locales y extranjeras (es- pecialmente estadounidenses), y tuvo un papel fundamental en la adquisición de las pinturas de Soriano en Filadelfia (la colección más extensa de obras del artista en los Estados Unidos).

Después de 1950, Soriano comenzó varios períodos largos de residencia fuera de México. Experimentó con diversos en- foques de la abstracción tanto en pintura como en escultura, y también amplió su marco de referencia artística y realizó un extenso trabajo de vestuario y conjunto para la compañía teatral mexicana “Poesía en Voz Alta”. Sus años transcurridos en Roma y luego en París cambiaron definitivamente su arte al absorber lo que su amigo de toda la vida Rufino Tamayo llamaría “tendencias universalistas”.

La Fundación Juan Soriano y Marek Keller nació en 2004 con el objetivo de proteger la colección de arte que se ha creado a lo largo de los años y promover la de Juan Soriano.

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